¿Y si cambiamos las reglas del mercado eléctrico?

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Manuel Fernández es doctor en Física Nuclear, analista energético y colaborador de este blog.

Los ataques al mercado eléctrico son del todo recurrentes en nuestro país y reaparecen con renovadas fuerzas cada vez que el precio en el pool muestra algún tipo de comportamiento que abona el terreno para que la demagogia se dispare como un río desbocado sin presa alguna que lo contenga. El funcionamiento del sistema eléctrico español es lo suficientemente complejo para que nadie entienda nada de lo que está sucediendo, a no ser que dedique un buen puñado de horas a estudiar las miles de páginas de regulación que los sucesivos gobiernos, que hemos venido sufriendo desde 1997, nos han regalado para nuestro regocijo. El hecho de que el sistema sea tan opaco ocasiona que cualquier especulación sobre el funcionamiento del mismo se dé por cierta siempre y cuando se vista con los términos adecuados del mercadeo social: oligopolio, puertas giratorias, capitalismo salvaje, mercado sin control, pobreza energética, etc.

Estas últimas semanas, los ataques contra el mercado eléctrico en España se intensificaron al marcar éste unos precios inusitadamente elevados debido a circunstancias muy excepcionales. En los diarios, televisiones y tertulias no se hablaba de otra cosa y, cómo no, los príncipes del compadreo mediático no dejaron pasar la oportunidad de despacharse a gusto contra las compañías eléctricas, supuestas culpables del desaguisado de la luz. No deja de sorprenderme la facilidad con la que los «todólogos» dirigen sus iras contra el mercado, responsable de un 30% del precio de la electricidad, mientras obvian el otro 70% del recibo, que viene cargadito de subvenciones, impuestos y toda suerte de partidas que poco o nada tienen que ver con el sistema eléctrico en sí.

‘Los «todólogos» obvian el 70% del recibo, cargado de toda suerte de partidas que poco o nada tienen que ver con el sistema eléctrico’

Uno de los ataques más escuchados es contra la génesis misma del mercado, su condición de marginalista. Que un mercado sea marginalista quiere decir que, independientemente del precio al que oferte un productor, éste recibirá por su producto el precio del último productor que haya entrado en el mercado, llamándose a éste productor marginal (de ahí el nombre del mercado). Para que nos entendamos, cada productor recibe el precio del productor más caro que entre en el mercado. Así, si se van casando oferta con demanda a precios cada vez más altos. Imaginen que yo tengo una central productora de electricidad y oferto en el mercado 100 MWh a 23 €, si con mi oferta no se cubre el total de la demanda prevista, otro productor a un precio mayor que yo tendrá que entrar para cubrir esa demanda, digamos a 25 €/MWh. En ese momento, todos los que hemos ofertado al mercado recibiremos 25 €/MWh, tanto yo, que oferté a 23, como los que ofertaron a precios más baratos que yo (incluso los que ofertaron a 0 €/MWh).

‘El mercado marginalista da a los productores señales correctas para mejorar la eficiencia de sus procesos, una clara ventaja para el consumidor’

Así opera la gran mayoría de los mercados eléctricos en el mundo y tienen una componente clara de ventaja para el consumidor: un mercado marginalista da a los productores las señales correctas para mejorar la eficiencia de sus procesos. Una central de producción que sea ineficiente, ofertará a unos precios superiores a la media y nunca entrará en el mercado. Esto la obligará a mejorar la eficiencia de sus procesos o a desaparecer. Así mismo, los productores tendrán más beneficios cuanto más eficientes sean produciendo electricidad. Es decir, el proceso de mercado genera las señales que obligarán a los productores a adaptarse o perecer, a ser cada vez más eficientes o verse desplazados del mercado.

Sin embargo, mucha gente considera injusto que alguien reciba por su electricidad un precio superior al que ofertó. Así, si un productor oferta a 10 €/MWh y el mercado se cruza a 52 €/MWh, inmediatamente se le acusa de recibir unos beneficios injustos de 42 €/MWh que le han caído del cielo. Estos son los famosos windfall profits, de los que tanto se acusa a la hidráulica y las centrales nucleares, que ofertan generalmente a un precio cercano a 0 €/MWh en el mercado. Esta falacia surge de no comprender el mecanismo de mercado y confundir el precio al que oferta un productor con sus costes de producción. Los críticos del mercado piensan que cuando una central nuclear oferta en el mercado a 0 €/MWh es porque sus costes de producción son nulos, lo cual es total y absolutamente falso. ¿Por qué ofertan entonces a 0€/MWh? Muy sencillo, porque sus costes variables son muy bajos. Al contrario, si tomamos una central de gas, donde el coste del combustible se sitúa en torno al 60% del coste de producción, no puede ofertar en el mercado a cualquier precio, puesto que sus costes variables son muy elevados y se arriesga a perder dinero si el mercado no se cierra a un precio lo suficientemente elevado. Para una central nuclear, los costes del combustible se sitúan por debajo del 10% de los costes de operación, siendo el resto costes fijos y amortización de inversiones, la gran mayoría en seguridad.

‘En una central nuclear los costes de combustible están por debajo del 10%. El resto son costes fijos y amortización de inversiones, la mayoría en seguridad’

Aún así, fruto del desconocimiento de los procesos de mercado, muchas voces claman por cambiar las reglas y abandonar el mercado marginalista, sustituyéndolo por uno en el que se le pague al productor el precio que realmente oferte. Es decir, cambiar a un mercado pay-as-bid (literal del inglés, pagar según oferta). Estos argumentos aparecen cada vez que el mercado arroja precios que sirven de abono para el discurso populista y volvieron a escucharse como una letanía hace unos días. Ahora bien, estas propuestas surgen de una tesis falsa, de una premisa errónea: creer que los productores ofertarán del mismo modo en un mercado marginalista que en un mercado pay-as-bid. Es decir, creer que podemos cambiar las reglas del mercado y que los ofertantes no van a adaptarse a esas nuevas reglas.

Si cambiamos el modelo de mercado, los productores no ofertarán nunca más según sus costes variables, sino que tratarán de adivinar cuál va a ser el productor marginal y tratarán de ofertar a un precio un poquito por debajo de éste. Es exactamente lo que sucede cuando cada uno de nosotros quiere vender algo de segunda mano. ¿Cómo le pone usted el precio a un piso o un coche que quiera vender? Muy sencillo, explora usted cuál es el precio que tiene un coche similar al suyo, en una condiciones parecidas al suyo y le pone usted un precio similar. Es decir, trata de adivinar cuál es el precio marginal de ese producto en el mercado para ponerle un precio muy parecido. Si lo pone más alto no lo venderá y si lo pone por debajo está perdiendo beneficios.

‘Creer que podemos cambiar las reglas del mercado y que los ofertantes no van a adaptarse a esas nuevas reglas es una premisa errónea’

Este debate ha tenido ya cabida en muchos lugares del mundo, no se crean ustedes que somos los primeros a los que se nos ocurre cambiar las reglas del mercado. Las conclusiones de estos debates han sido las mismas en todos sitios. Sustituir un mercado marginalista por uno pay-as-bid NO hace que los precios del mercado sean inferiores. Permítanme enumerar alguno de los estudios que se hicieron en los últimos años al respecto:

  • En el año 2000, California Power Exchange encargó una comisión Blue Ribbon para determinar si «las reglas actuales para determinar el precio en el mercado mayorista resulta en un precio justo y eficiente en California». Las conclusiones de la investigación, llevada a cabo por las universidades de Cornell, Maryland y el MIT pueden leerlas aquí. Posteriormente, los autores publicaron un artículo explicativo que pueden también leer aquí. Este estudio tiene mucho de pedagógico y tiene una única conclusión: «La expectativa de que cambiar de un mercado uniforme a otro pay-as-bid hará disminuir la presión sobre los precios es simplemente equivocada. En nuestra opinión, hará más mal que bien«. Simplemente por aclarar, mercado uniforme y marginalista es lo mismo.
  • En el año 2005, el Tesoro de Nueva Zelanda encargó un estudio titulado «Pricing in Wholesale Electricity Markets» que pueden leer aquí. Este estudio se encargó porque los precios en el mercado habían subido un 20% entre 1996 y 2004, apareciendo las voces críticas con el funcionamiento del mercado marginalista. Conclusiones a reseñar de este estudio son: «Un mercado pay-as-bid tenderá a arrojar los mismos precios que un mercado marginalista» y también «No hay un argumento claro en favor de cambiar el mercado marginalista en Nueva Zelanda por un mercado pay-as-bid«.
  • En el año 2008, el operador del sistema eléctrico de Nueva York (ISO) encargó un análisis que llevó por título «Mercado marginalista versus pay-as-bid en mercados mayoristas de electricidad: ¿Hay alguna diferencia?» que pueden ustedes descargarse en este enlace. Las conclusiones pueden leerlas ustedes mismos, pero por resumir lo más reseñable: «Es improbable que un mercado pay-as-bid haga disminuir los precios de la electricidad … [] … el hecho de que las subastas pay-as-bid vayan a suponer un alivio para los consumidores es, de hecho, ilusorio«. Otra conclusión a destacar: «Las subastas pay-as-bid pueden tener consecuencias adversas para la eficiencia del mercado«.

Como pueden observar, cambiar de tipo de mercado no va a hacer que los precios bajen y, por supuesto, no va a hacer que los productores dejen de tener windfall profits, simple y llanamente porque los windfall profits no existen. Cambiar de tipo de mercado simplemente hará que los productores oferten de manera diferente en el mercado, lo cual ocasionará que el precio final de la electricidad sea muy similar al que se obtenía en un mercado marginalista. Esto, precisamente, es lo que sucedió cuando en Inglaterra y Gales instauraron un mercado pay-as-bid en el año 2001.

No se dejen engañar, los críticos del mercado no quieren cambiar un mercado por otro. Simple y llanamente quieren eliminar el mercado. El mercado marginalista no les sirve y un mercado pay-as-bid tampoco les servirá, porque el precio que resultará será el mismo. Lo que realmente quieren es intervenir el mercado, nacionalizar la producción (es decir, las eléctricas) y que el estado gestione el sistema eléctrico. Esto, obviamente, sería un desastre de consecuencias inenarrables y un anacrónico regreso a «otra época». Se terminaría con todos los incentivos para la mejora en la eficiencia de producción, ninguna empresa querría mejorar porque no tendrían ningún beneficio haciéndolo. Se igualaría a los productores en la ineficiencia, premiando a los ineficientes y castigando a los eficientes.

‘Si se naciocionalizara el sistema eléctrico, desaparecerían los incentivos para la mejora de la eficiencia. El precio se mantendría artificialmente por debajo de sus costes y pagaríamos el déficit vía impuestos’

La electricidad se mantendría artificialmente por debajo de sus costes de producción, incurriendo en un déficit que pagaríamos vía impuestos. Pasados unos años tendríamos un sistema eléctrico obsoleto, en el cual no habría inversiones ni desarrollos, sería viejo y caro.

Los precios del mercado han vuelto a la normalidad en los últimos días, siendo en muchos casos claramente menores que los de otros países de Europa. Ahora bien, no escucharán nada de esto en los diarios, ni lo leerán en los periódicos ni lo escucharán en boca de los tertulianos. Porque cuando los precios son bajos lo que disminuyen son los beneficios de las empresas eléctricas, primas hermanas del mismísimo leviatán. Ya nos gustaría a todos que esos críticos tan beligerantes crearan, aunque fuera, una milésima parte de los puestos de trabajo y la riqueza que generan las tan malvadas eléctricas operando en el tan denostado mercado.

No pierdan jamás de perspectiva que quien más gana con la electricidad no son las grandes eléctricas, no son los productores de renovables, no son los comercializadores, no es el operador del sistema… es el estado, como siempre. Ese socio silencioso que se lleva más del 25% del negocio por no asumir ningún riesgo y poner palos en las ruedas.

 

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