Ramón López, gerente de Grupo ASE, analiza en este artículo los movimientos que se están produciendo en el sector energético, tras la irrupción de empresas originalmente petroleras en la comercialización eléctrica. El contexto en que se produce, sus causas y sus consecuencias para los consumidores.
Cuando tratamos de adivinar el futuro, solemos confundir el significado de las señales que la realidad emite con nuestros propios anhelos. Y es que debe de existir, en algún remoto huequecito de nuestro cerebro, algo que nos inclina al optimismo. Siempre, claro está, que entendamos esto como que el futuro que discutimos coincida con el que deseamos.
Y lo anterior se repite también en el sector de la energía, donde las ideas preconcebidas y manoseadas, relativas a que las grandes corporaciones energéticas son indestructibles -el famoso “con la Iglesia hemos dado”- parece que no se cumple. O, al menos, que no es poco, resulta que los que tienen la responsabilidad de la gestión y del manejo de su futuro, no parece que lo tengan nada claro.
Incertidumbre. Esa es la normalidad en los tiempos que corren. Seguramente la misma que hace años o siglos, pero con la diferencia de que podemos acceder a una gran cantidad de información/desinformación.
La operación Repsol-Viesgo no deja demasiadas holguras a las interpretaciones. La primera busca situarse en el sector de la energía como una proveedora multienergía pero, en vez de hacerlo a través de participadas, lo quiere hacer directamente.
De esta forma, pasa a ser competencia directa de su antigua socia, Gas Natural Fenosa por ende, de todas las demás: Endesa, Iberdrola y EDP, las grandes en tamaño del sector eléctrico.
El mapa queda entretenido, ya que no es de esperar que existan motivos para que no se incremente la competencia, si bien los activos de generación que han cambiado de manos no parecen determinantes. Probablemente la competencia venga del mercado final de electricidad y gas y, como suele ser habitual, se produzcan campañas de precio para atraer a los consumidores a las nuevas marcas comerciales que, por cierto, siguen vendiendo exactamente lo mismo.
Así las cosas, lo que se está produciendo es un traspaso o cambio de titularidad del trozo de tarta que representamos para estas empresas los consumidores que, si no se plasma en que esa tarta sea más grande, o mejor aún, diferente, dejará las cosas en el sector eléctrico y del gas, con el paso del tiempo, de forma igual a como lo están ahora.
Sin ánimo de adivinar el futuro, tiene toda la pinta de que nos encaminamos a un mercado eléctrico en el que van a competir también las petroleras. Ya ocurrió en el principio de los tiempos, cuando las eléctricas transitaron al sector del gas y la del gas lo hizo al sector eléctrico. Ahora se da un paso más para que quepan las petroleras y las cosas para los proveedores energéticos se complican, debido a que son cada vez más los gigantes que se disputarán el contenido de nuestros bolsillos. El último que ha entrado en el juego ha sido Total, la petrolera francesa.
El proceso de sustitución de los derivados del petróleo por otras energías o vectores energéticos, la mejora de los rendimientos energéticos de las diferentes tecnologías y una cada vez más decidida deriva por parte de los reguladores y autoridades para hacerle la vida difícil a los combustibles fósiles, en un proceso que parece que se va acelerando. Todo ello está obligando a las grandes corporaciones energéticas a adaptarse a los nuevos tiempos al mejor estilo Darwiniano.
¿Qué retos enfrenta el Gobierno?
Respetar la veracidad de los datos, afrontar los problemas de la transición energética con la verdad por delante y proponer una regulación, de modo que le toque a cada cual lo que le corresponde y no lo que se merece, va a ser una tarea difícil para el gobierno.
Deben detectarse los riesgos que el proceso de transición energética conlleva con unas buenas dosis de prudencia. Una transición rápida va a crear con seguridad fuertes asimetrías entre los consumidores.
En buena medida, a esto mismo se ha dedicado el estudio que sobre la materia entregaron recientemente al ministerio que gestiona las cuestiones energéticas los catorce expertos de los que ya nadie habla. Merece la pena recordar que el acuerdo en el documento ha sido elevadísimo: a favor ha habido 12 votos y los dos restantes se han abstenido. En definitiva, se trata de evitar los excesos a los que tan acostumbrados nos tenía el sector energético en el pasado.
Ahora bien, tomadas las decisiones regulatorias adecuadas en el momento idóneo, estas han de implantarse con firmeza, con decisión y sin que le tiemble la mano a quien tenga la responsabilidad. Y, sobre todo, mantenerlas en el tiempo contra viento y marea. Son de esperar presiones desde muchos frentes, ya que con seguridad no lloverá a gusto de todos.
Es decir, una ardua tarea para la que resultan recomendables las cuatro virtudes cardinales que propugnaba Platón: justicia, prudencia, fortaleza y templanza.
Decía Don Miguel de Cervantes por boca de Don Quijote, cuando Sancho Panza ayudándole a subir a Rocinante, le reclamaba el gobierno de la ínsula: “Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos”.
Esperemos no terminar ni con la cabeza rota, ni con una oreja menos.