¿Energía e Industria se darán la mano en la recuperación de la COVID-19?

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Para no herir susceptibilidades, podría decirse que no es arriesgado aventurar que la política industrial y la energética no han ido de la mano en las tres últimas décadas. Bueno, para ser sinceros, de arriesgado no tiene nada.

El establecimiento de políticas diferentes en energía e industria, cumpliendo y quizá mejorando las exigencias en relación con los compromisos con el clima para la primera, y con un objetivo central de racionalización para la reducción de costes en la segunda, es una labor que queda por hacer. Aportar soluciones, que buscan, en último término, la equidad entre los diferentes agentes que interactúan en los sectores de la energía.

El momento actual es de enormes incertidumbres, relacionadas con el cambio de época en que estamos inmersos. El abanico de preguntas es muy extenso, pero quizá el problema esté en que seamos capaces de hacer las correctas.

 

Energía limpia para Europa

En materia de energía, la aprobación del llamado Paquete de Invierno de la Unión Europea cuyo eslogan, Energía Limpia para todos los europeos, muestra claramente el espíritu e intenciones de la Unión. El comienzo de los preparativos para acometer la cuarta fase correspondiente al periodo 2021-2030, relativo al Régimen de Comercio de los Derechos de Emisión, que probablemente será más restrictivo reduciendo el volumen a razón del 2,2% anual, de modo que las subastas de derechos y su asignación gratuita se verán alteradas. La posible y deseable reforma fiscal relativa a energía y medioambiente, que determine de forma clara e inequívoca las competencias entre las administraciones locales, autonómicas y central, reduciendo el menú de impuestos que existe y ordenando racionalmente los mismos. Y en cuanto al uso industrial se refiere, el papel que el gas y la electricidad van a representar en el aprovisionamiento energético en las dos próximas décadas.

En buena medida, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), cuyo desarrollo se prevé en el periodo 2021-2030, responde a alguno de los interrogantes planteados. Además, define los objetivos de los que presumiblemente se conviertan en los ejes de la transición energética; la movilidad que elimine sistemáticamente los combustibles fósiles, la eficiencia energética y la integración de las energías renovables en el sistema. Tres pilares del desarrollo energético que necesitan de modelos simultáneos y adecuados para una electrificación intensiva de la sociedad.

Lo descrito hasta aquí parece que se resumirá en el futuro inmediato a través de una Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el desarrollo del ya mencionado PNIEC y la publicación de los documentos correspondientes a la Estrategia de Transición Justa. Y, en medio de todo esto, nos está pasando por encima una epidemia. Deberemos añadir pues, a la incertidumbre propia del cambio de época, el peso de una crisis económica que puede dejar a la que se produjo en 2008 en un sencillo juego de niños.

 

Renacimiento de la industria europea

Se echa de menos retomar políticas que fomenten la industria. En enero de 2014 la Comisión Europea presentó un documento titulado Por un renacimiento industrial europeo. En él se proponía elevar el peso de la industria en Europa a un 20%/PIB para el año en el que estamos (en España el último dato nos sitúa en el entorno del 16%). En relación con la energía, se indicaba lo siguiente:

  • …la Comisión reconoce la importancia de los precios de la energía para la competitividad industrial. Los precios de la energía para la industria europea son muy superiores a los de los principales competidores: los precios de la energía eléctrica son dos veces más altos (…). Los precios del gas son entre tres y cuatro veces superiores…
  • La seguridad del suministro energético es fundamental para todas las industrias. La (…) necesidad de reducir la dependencia de energía procedente de fuentes inestables y poco fiables…

A poco que se conozca el sector, no debe sorprender a nadie que, en relación con la energía, estemos en una posición que ya quisieran para sí otros socios de la Unión Europea. Las dos tecnologías de generación renovable consolidadas, la eólica y la fotovoltaica, difícilmente pueden integrarse mejor que en un país como el nuestro. En efecto, estamos en condiciones de garantizar la trinidad de la energía. Que sea barata, que sea segura y que sea inagotable. Si no bastase con esto, su producción está exenta de emisiones de gases de efecto invernadero.

Lo venimos repitiendo hace tiempo, a modo de eslogan: “España puede convertirse en la Arabia Saudita de la Unión Europea”. Respecto a los precios de la energía, nos encaminamos hacia eso. Cuestión diferente es el modelo de redes que tenemos. Pero también en este caso desde la Plataforma Energética, de la que formamos parte, pretendemos trasladar soluciones para que la industria obtenga precios finales por el suministro completo de electricidad por debajo de los que tienen nuestros competidores.

 

Reactivación en positivo

En infraestructuras y capital humano, algo tendremos que decir. Y es que somos un país en el que tenemos 46 puertos gestionados por 28 Autoridades Portuarias, por los que pasan cerca del 60% de las exportaciones y el 85% de las importaciones; un total de 46 aeropuertos de los que se encarga el mayor operador aeroportuario del planeta; una red ferroviario de Alta Velocidad que alcanza los 3.400 kilómetros; una red desplegada en 15.000 kilómetros con vías de gran capacidad, autopistas y autovías, que nos coloca en la actualidad a la cabeza de Europa y terceros del mundo, sólo superados por EEUU y China. En este curso académico hay 23.000 alumnos más matriculados en formación profesional, llegando a los 860.000, lo que supone que en la última década el número de chicos y chicas que han elegido esta educación haya crecido casi un 80%. Disponemos de 97 Universidades desplegadas por toda la geografía y así podríamos seguir, para intentar acreditar que mimbres, lo que se dice mimbres, para abordar con garantías un plan ambicioso para reindustrializar este país, parece que tenemos. Estamos listos para dar el paso.

También resulta evidente, dada la inédita situación que atravesamos, la oportunidad de replantearnos. La clave está en cómo enfoquemos el gran esfuerzo que vamos a tener que realizar para reflotar nuestra economía. La industria manufacturera está en la base de la creación. Por ello, se requiere un Plan Nacional Integrado de Energía e Industria (PNIEI) que, por ser transversal, necesita un enfoque multidisciplinar y mucha creatividad para su elaboración. Y, a la vez, enormes dosis de realidad y pragmatismo para llevarlo a la práctica.

El futuro está por inventar.

 

 

 

 

 

 

 

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