SOS de la industria en España

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Alejandro Rodríguez Segura es ingeniero de sistemas. Lleva casi una década inmerso en el mundo energético, el último año en el equipo de Grupo ASE en Madrid. Su artículo deja de lado la COVID-19, porque “aún falta consolidar los datos”, y expone con todo detalle los puntos fuertes y débiles que hay que gestionar para afrontar la transición industrial y energética: retos y oportunidades.

 

La ralentización de la actividad global, hasta cierto punto lógica tras una fase expansiva tan larga, parece apuntar a un grave resentimiento del PIB mundial en 2020. Su sola posibilidad hace mella en la confianza de los inversores por el factor de incertidumbre que genera, además, la guerra comercial entre los Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) y China. Y eso aún a falta de consolidar los datos pos COVID 19.

Diez años atrás, el petróleo y las finanzas dominaban los parqués. En el ranking de las grandes empresas, la primera tecnológica que encontrábamos en la lista en 2008 era Microsoft, que ocupaba la octava posición. En la actualidad, la actividad comercial en el mundo ha cambiado: la industria tradicional se ve relegada en favor de los valores tecnológicos y de la comunicación.

 

Cambios solo aparentes

A pesar de ser modelos contrapuestos, ya que uno se apoya en la financiación privada asumiendo riesgos, y el otro crece al amparo de la protección estatal, nutriéndose de la innovación, transferida por las multinacionales que requieren su mano de obra barata y cualificada, la nueva partida se juega entre Silicon Valley (EEUU) y Shenzen (China).

Entretanto en la Unión Europea, debido a esas tensiones comerciales internacionales y a las incertidumbres en torno al Brexit, se están ralentizando las exportaciones en general y en particular las alemanas (motor de la zona Euro). Con una escasez de mano de obra cualificada y el deterioro de las infraestructuras públicas de comunicación y transporte, el crecimiento económico de los últimos años resulta decepcionante: inferior al 1,8%. La causa son las debilidades políticas y económicas internas, lo que nos lleva a un preocupante escenario de desaceleración económica.

Al mismo tiempo, Europa está viviendo un momento clave para su industria, con grandes desafíos y oportunidades como la expansión internacional, la innovación, la digitalización, la transición energética y la economía circular. Se trata no sólo de recuperar la fortaleza que ha caracterizado a la industria europea en el entorno global, sino también de mantener el empleo de 32 millones de personas. Todo ello en un momento en el que la contribución de la industria al PIB europeo ha caído del 23% al 19% en veinte años, dejando así de liderar poco a poco la economía mundial en esta vertiente, precipitada en los últimos quince años.

 

«El escenario europeo es preocupante, pero también lleno de oportunidades como la transición energética»

 

 

El caso de España

La situación en España es particular. La tasa de parados jóvenes duplica la media de la Unión Europea (34,6% vs 15,3%). Sin embargo, paradójicamente, mientras los costes laborales en España (relación entre salarios y productividad) representan el 88,3% de la zona euro, los de Alemania (108,8%), Francia (106,3%) e Italia (109%) son notablemente superiores.

En términos relativos, las ramas que más incrementan su empleo asalariado en los últimos tiempos han sido actividades inmobiliarias (92%), hostelería (36%) y construcción (27%), lo que ejemplifica claramente las apuestas económicas que se están impulsando. La inmensa mayoría del empleo se ubica en sectores de actividad de bajo contenido tecnológico.

Más de la mitad del empleo asalariado es precario en España, considerando la población afiliada al régimen general de la Seguridad Social por tipo de contrato, y excluidos los sistemas especiales Agrario y de Empleados de Hogar.

Tan solo el 8% del empleo creado se concentra en ramas de contenido tecnológico medio y alto de la industria. Eso explica que en estos casi cinco años de recuperación económica, el peso del empleo en sectores de media y alta tecnología, apenas haya variado y se mantenga en el 7%, de acuerdo a la Fundación Altedía Creade.

El peso de la industria en España ha ido perdiendo puntos porcentuales de PIB: de 26 % en 1980 a 18% en el año 2000 y colocándose en un escaso 12,6% en 2019. En lugar de acoplarnos a la media de la eurozona, situada en un promedio del ~ 20% y a gran distancia de la media de Alemania del ~ 25% del PIB, nos alejamos progresivamente, llevando al tejido industrial prácticamente a la desaparición. Con tasas anuales negativas en todos los sectores, especialmente automoción.

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El papel de la energía

Si no hay en el horizonte un precio competitivo de la energía, difícilmente se conseguirán inversiones a medio plazo por parte de las multinacionales. Ahí nos jugamos el futuro de una parte muy importante del sector industrial.

La transición energética, implica una profunda transformación de la forma de producir y consumir energía, de la movilidad, de los procesos industriales…

Para el desarrollo de un ecosistema que derive en una Transición Industrial para la Transición Energética, que fortalezca el tejido industrial y tecnológico y además cumpla con los objetivos de descarbonización, se precisa una fuerte implicación tanto de empresas como de administración pública.

 

«La transición energética implica una profunda transformación y requiere implicación de empresas y administraciones públicas»

 

 

Condiciones estructurales

El Gobierno debe favorecer la creación de las condiciones estructurales para que ese cambio se desarrolle mediante inversiones en I+D+i, en formación, internacionalización y financiación, desde la iniciativa privada, principalmente. Se debe pasar de un modelo basado en sectores intensivos en mano de obra, a otro que incorpore un cambio tecnológico.

La relación entre inversión en I+D+i e industrialización es clara. La política implementada en este ámbito por regiones, como Cataluña y País Vasco, muestra claramente el éxito del modelo de integración de la docencia, la investigación y la empresa.

Estas iniciativas conjuntas, público-privadas, participadas por capital mixto y supervisadas por organismos de control, deberían replicarse en el resto del territorio nacional, a través de la especialización. Y, de este modo, luchar paralelamente contra otra crisis, en este caso de ámbito social y demográfico; la crisis de la despoblación (España vaciada).

 

«Las iniciativas público-privadas que integran docencia, investigación y empresa funcionan y hay que replicarlas»

 

 

 

Valioso patrimonio

Otro objetivo prioritario es conseguir retener el talento nacional. Tristemente, en la actualidad es la mayor fuente de exportación del país, por el alto grado de reconocimiento y prestigio mundial de los profesionales formados en nuestras universidades. Y es que, por la configuración del mercado laboral global, es muy complicado, por no decir casi imposible, competir con las condiciones salariales de las ofertas que estos profesionales reciben fuera de España.

Sin embargo, la realidad es que estamos facilitando a los grandes fondos de inversión internacionales, dispuestos a desarrollar en España los grandes parques de renovables, la extracción de todo el beneficio. De esta forma, solo dejan tras de sí un trabajo precario para nosotros.

En lugar de implementar políticas más proteccionistas, al estilo de la península arábica o China, políticas que obligan a que las inversiones realizadas en sus territorios tengan mayoría nacional en su accionariado, asistimos impasibles a la extracción y exportación de la riqueza.

Estamos viviendo un momento histórico. Son tiempos de oportunidad para la industria en España. Porque disponemos de todos los recursos necesarios para poder competir al máximo nivel en términos de desarrollo y construcción de tecnologías de generación de energía renovable (solar fotovoltaica y eólica), estructuras, ingeniería de potencia avanzada, movilidad eléctrica y almacenamiento de energía. Además, gozamos de la mejor posición geográfica para conseguir aprovechar el potencial de la energía solar fotovoltaica, lo que nos proporciona el privilegio de disponer de la energía más barata y limpia de la zona euro.

La cuestión es: ¿seremos capaces de aprovecharlo?

Alejandro Rodríguez Segura, socio de Grupo ASE Madrid

 

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